¡¡Gracias por entrar!! Ya que estás aquí, ¿por qué no le echas un vistazo y me comentas qué te parece mi mundo?

sábado, 25 de febrero de 2017

El pasado trágico de los Lowell –Parte 4.


Unas semanas después…
 
Eric estaba en la taberna tomando alcohol con unos amigos y quejándose de sus vidas, mientras los niños jugaban en la calle con cualquier cosa que se encontraban.
-¡Estoy harto! ¡Nuestras vidas son una mierda! No tenemos descansos en el trabajo ni vacaciones –replicaba uno.
- Al tener más hijos, un poco más de dinero entra en casa. Tenemos a nuestras mujeres que parecen máquinas de producir bebés –reflexionaba otro.
-Y al borde de la locura –intervino Eric acordándose de lo que ocurrió hace unas semanas.
-Hay que hacer algo para cambiarlo. ¡No podemos seguir así!
-Sí, pero ¿qué hacemos?
-Movimiento obrero. – terció uno de los hombres más viejos que había allí y que había estado callado y pensativo hasta ahora.
-¿Qué? –Preguntaron todos al unísono.
-Si nos unimos todos, quizá nos hagan caso –respondió aquel hombre de mirada dura.
-¡Claro! Además, somos bastantes -asintió el que comenzó la conversación.



Un año después…

Gaby entra llorando a su casa:
-¡Mamá! -Gabby entró a su casa corriendo, llorando y absorbiendo por la nariz.– ¡Es mi amigo Peter! Se ha muerto. Y su padre también.
Cecilia se llevó la mano a la boca, cerrando los ojos. Se acercó a su niño y lo abrazó tan fuerte como sus fuerzas le permitieron.
-Dicen que es de una enfermedad que se llama “neumonía algodonera” –Gabby sollozó– Lo último que me dijo fue que no podía respirar.
Inmediatamente, Cecilia fue a esa casa donde todavía estaban los cuerpos en el suelo. Cuando su amiga la vio, corrió hacia ella y se abrazaron. ¡No podía parar de llorar! ¿Qué haría ahora? La semana pasada, dando a luz, nació su hijo muerto. Y ahora, se le muere su otro hijo y su marido.
-Toda la culpa la tienen esos desgraciados de los patrones. Sólo quieren dinero. Y para eso, nos explotan a nosotros. A los que hacemos lo que sea por un plato de comida. ¡Claro!, ellos no están en nuestra situación. Los quisiera ver aquí, viviendo como nosotros, a ver si aguantaban tanto –dijo con rabia la madre de Peter y, luego, tosió.
-¿Sabes cuáles han sido sus últimas palabras? –Preguntó mirando a Cecilia cuando se tranquilizó un poco.
-¿Las de tu marido?
-Sí.
-¿Cuáles?
Su amiga bajó la cabeza y volvió a subirla, llorando y a la vez, sonriendo.
-¡Te quiero! –después de pronunciar esas palabras, suspiró y lloró al pensar que ya no se lo diría más.



Años después…

Después de esa charla en la taberna y más muertos, los obreros se organizaron en sindicatos para reclamar sus derechos. Por ejemplo: la reducción de los horarios de trabajo, aumentos de sueldos y mejora de las condiciones de trabajo y por lo tanto, también de vida. También, pidieron el derecho al voto.
En los sindicatos acordaron la quema de las máquinas, las cuales les estaban quitando el trabajo a la mayoría de ellos e, incluso, matando a algunos.
Después de todo esto, seguían igual. Seguían sin mejorar sus vidas. Nadie les había hecho caso. Surgió, así, una Masacre en Peterloo.
Se reunieron en Peterloo Campo de San Pedro, Manchester, Inglaterra, el 16 de agosto de 1819. Muchos de ellos, entre los que había mujeres y niños, sostenían pancartas con los lemas ‘Igualdad y Fraternidad’ y ‘Unión y Fuerza’.
-Eric, ¿cuál es el plan?
-Henry Hunt dará un discurso, no creo que nos hagan caso y nos volveremos a nuestras casas a intentar sobrevivir, como siempre.
-¡Wuo! Suena entretenido. Así que conseguiremos lo que queremos…
-¡Lo tenemos difícil!
-Pero, ¿qué te pasa? ¡Qué negativo estás!
-¿Cómo quieres que no lo esté con la vida que llevamos? ¡Venir aquí no cambiará nada, nunca nos hacen caso! Además, no creo que mi familia y yo aguantemos mucho. No tenemos comida y para colmo, me han echado de la fábrica.
Su compañero de tabernas lo miró con tristeza y luego, suspiró mirando al suelo.
-¡Joder! ¡Cuántos militares hay por aquí! –intervino uno que estaba cerca de ellos.

En el momento que salió Henry Hunt, todos los trabajadores, que eran entre 60.000 y 80.000, mostraron un increíble entusiasmo. Tanto, que los militares desenfundaron sus espadas y atacaron contra la multitud.
Rápidamente, fue apareciendo más militares y quedando menos obreros.


Este acto y todo lo que ocurrió, empujó al gobierno británico a legalizar las asociaciones obreras.
Tuvieron que morir tantas personas para que las condiciones de vida y de trabajo, mejoraran. A estas víctimas, se les llamó <>.






lunes, 13 de febrero de 2017

jueves, 9 de febrero de 2017